Que no te sorprenda la próxima ola de cambio
Daniel Eduardo Cassieri
Director | Consultor | Estrategia de Negocios | Innovación
El primer paso para iniciar un proceso de reflexión estratégica es observar el mundo que nos rodea, un principio que vale aún más en tiempos tan volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.
En las últimas cinco décadas hemos experimentado en palabras del sociólogo catalán Manuel Castells una transformación de orden tecnológico, organizativo e institucional que derivó en la sociedad en red, en una era digital donde el modo en que nos relacionamos, consumimos, trabajamos y estudiamos se ha visto radicalmente alterado. Estos avances se asientan en la convergencia de las tecnologías de la información y la comunicación, en la combinación de las computadoras, internet y la telefonía móvil. Hoy en día estamos hablando de las tecnologías emergentes como la Web3 y el blockchain, internet de las cosas, realidad virtual y el metaverso que profundizarán la digitalización en todos los aspectos de la vida.
La transformación digital, potenciada a escala global después de la pandemia de covid-19 interpela a las empresas y sus modelos de negocio impactados por el cambio en las preferencias y los hábitos de consumo. El nuevo consumidor está poniendo en cuestionamiento nuestras propuestas de valor, los canales comerciales, los modelos de atención de los clientes y los procesos de negocio. Y la ola de cambio no se detiene. Bill Gates apuntó recientemente a la inteligencia artificial como la tecnología más importante del futuro. Lo cierto es que la revolución tecnológica está remodelando nuestra realidad como nunca antes. Entonces, cómo elaborar una estrategia exitosa en un entorno empresarial tan turbulento y exigente.
La elección de una estrategia precisa en primer lugar de un buen observador. Pero no de cualquier clase de observador, sino a nuestro juicio, de un observador dispuesto a interpretar la realidad desde una doble mirada. Un poco como el dios Jano consagrado por los romanos al primer mes del año (Ianuarius) que era representado con dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil, con la intención de invocar el final y el comienzo de un ciclo.
La decisión de un rumbo estratégico es el resultado de un proceso intenso y complejo que frecuentemente entraña dos tipos diferentes de perspectiva. Implica mirar hacia atrás para comprender el presente de nuestra organización y hacernos las preguntas clave: ¿de dónde venimos?, ¿cuál es nuestro negocio actual?, ¿qué cosas nos trajeron hasta acá?. Y también mirar hacia adelante para construir una visión de futuro: ¿cuál debería ser nuestro negocio?, ¿a dónde nos gustaría llegar?. Este ejercicio de anticipación significa prepararnos para minimizar los riesgos y aprovechar las oportunidades que nos propone el entorno.
En particular, en un proceso de visualización siempre conviene prestar muchísima atención a cómo nos vamos a parar ante la emergencia de las nuevas tecnologías, que por un lado son un extraordinario aliado para impulsar la innovación en las organizaciones establecidas, pero por el otro, también representan una enorme amenaza debido a que motorizan la disrupción y facilitan el ingreso de nuevos competidores de base tecnológica que pueden cambiar las reglas de juego del mercado y amenazar la posición de las empresas tradicionales.
Debemos entender el curso habitual del avance tecnológico en términos evolutivos, como la acumulación de pequeñas novedades que a veces pueden pasar inadvertidas, pero que con el correr del tiempo originan profundas variaciones en las formas de producción y de consumo. La ruptura y la discontinuidad van cocinándose a fuego lento hasta que en un momento, por alguna causa, todo termina acelerándose y entonces se produce un quiebre, lo que Andrew Grove dio en llamar un punto de inflexión (tipping point en inglés). Un momento bisagra caracterizado por importantes y evidentes cambios de los que deriva la reconfiguración de los mercados.
Para muchos expertos como Rita McGrath de la Universidad de Columbia, nos encontramos ahora mismo en un punto de inflexión que nos exige tomar importantes decisiones estratégicas
Un punto de inflexión impone a las organizaciones dos desafíos simultáneos: por un lado garantizar la generación de ingresos y rentabilidad del negocio principal (run) y por el otro, desarrollar las capacidades para poder innovar (chance). El reto es cómo una empresa puede explotar y explorar a la vez de manera ambidiestra. La exploración es una actividad de experimentación y descubrimiento de nuevas alternativas que requiere de inversión y no suele generar resultados inmediatos. Podría incluso implicar decisiones difíciles como tener que achicar el negocio actual para reasignar recursos a los motores de crecimiento emergentes o para desarrollar un negocio completamente nuevo.
A los efectos de llevar a cabo esta ambidiestralidad, estamos asistiendo a una gran variedad de rediseños organizacionales de acuerdo al tamaño y características de las empresas establecidas.
En nuestra experiencia no existe un único modelo. Vimos empresas que han decidido crear laboratorios para centralizar la innovación, mientras que otras sembraron “hot team creativos” en diferentes áreas para descentralizarla. También han surgido sistemas duales, con una parte de la organización dedicada a la explotación del negocio, conviviendo con otra parte orientada a la exploración a través de proyectos de innovación. Conocemos empresas que pusieron en marcha hackathones o incubadoras para descubrir y desarrollar oportunidades y otras para acortar el camino decididas a comprar o aliarse con startups que ya mostraron su potencial.
El dilema actual de la mayoría de los líderes empresariales, si aspiran a surfear con éxito la ola del cambio, es encontrar la mejor configuración para poder gestionar de manera simultánea el presente de la organización y prepararla para el futuro.
Hacer frente con éxito los retos actuales: cambios, incertidumbres, disrupción, adaptación constante.
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